El año pasado entre a hurtadillas, embozado, casi con nocturnidad y por la ventana de atrás de mi propia casa, este año entre por la puerta, en pleno día con la cédula uruguaya.
Me encanta callejear por Montevideo, planificar la noche, teatro, música, boliches, a veces me cuesta elegir la opción, paseando por la mañana llegué hasta el mercado de la Abundancia, lindo nombre para una antigua plaza de abastos convertida hoy en centro cultural, teatro, mercado de artesanos, boliches y sede de Joventango, como suponía estaba vacio a esa hora, oportunidad para sacar fotos a su vieja estructura férrea. En eso se me acerca Alfredo, un señor muy mayor que me aborda con ganas de charla, en cuanto le respondo me vuelve a interrogar:
- ¿gallego?
- Nací acá, en esta misma calle San José, pero llevo años viviendo en España.
-¡Ah!, entonces sos galleguayo, respondió.
-Ya no sé, me han puesto tantos adjetivos que una ya no sabe si es lo que cree ser o lo que los demás opinan.
Comenzamos una conversación, durante casi tres horas hablamos de Montevideo, de candombe, de tangos, hasta susurramos alguno, le conté alguno de mis viajes.
-Pero vos viajás a la uruguaya.
Me contó que era descendiente de los primeros pobladores canarios de Montevideo, me habló de los cabarets de San José, de Gardel de Julio Sosa, de la Cumparsita, de las tanguerias, toda una enciclopedia del tango.
-Vos no conociste a Sosa.
-Yo de pibe estuve en sus brazos.
-Perdoná, entonces vos sí sos uruguayo.
Eso me llenó tanto, después de años viajando, era la primera vez que oía esto, me llamaron gallego, falso gallego, galleguayo, pero nunca nadie me había reconocido esa facultad que yo sabía cierta.
-La verdad siempre me sentí parte de esto, le dije.
-Tenemos síndrome de ¨pueblo elegido¨, cultos, solidarios, humildes, así nos va, pero no cambio esto por nada, yo, con una jubilación de mierda y con mi hija pidiéndome me vaya con ella para Valencia, no puedo vivir en otro sitio.
Me dio su teléfono por si me hiciera falta cualquier cosa y quedamos emplazados para otra charla.
En cuanto lo dejo me encuentro en la vidriera de un bar un verso de Benedetti, compro el diario, un ramito de jazmines y me siento en la plaza del Entrevero a tomarme un chopp y disfrutar de la primavera montevideana, suena Jorge Drexler, …calma, todo esta en calma…, como me gusta esta ciudad, mi otra casa, o quizás la única.
¨De vez en cuando hay que hacer una pausa
contemplarse a si mismo
sin fruición cotidiana
examinar el pasado
rubro por rubro
etapa por etapa
baldosa por baldosa
y no llorarse las mentiras
sino cantarse las verdades´
Mario Benedetti
Pausa, de Poemas de otros, 1974.
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