A las 3 de la mañana estaba saliendo de El Soberbio¨¨,en el Expreso de la Selva, un ómnibus que recorre hasta Andresito toda la selva misionera, 200 km n casi ocho horas, parando en cada pueblo, o para un cigarrito, llenar el termo de agua acá, una meadita allá, pero el paisaje a medida que va amaneciendo se hace impresionante Verde, todo verde, a la altura de San Pedro me sorprende un amplio bosque de enormes araucarias, no las hacia en estas latitudes.
Llegué a Puerto Iguazú, es de esas ciudades turísticas que odio, hoteles, bares y un montón de tiendas de baratijas que gustan a los turistas, por ver las cataratas, si no hubiese salido corriendo, merece la pena por el espectáculo de agua, pero al final salí corriendo en avión rumbo a Buenos Aires, como turista, ni accidental me encuentro a gusto.
Al contemplar las cataratas del Iguazú me doy cuenta que los del Moconá pese a su espectacularidad, no son más que un aperitivillo, esto es un festival de agua, como si fuera un gran espectáculo de fuegos pirotécnicos, pero líquido
Baires, la gran metrópoli, la gente se mueve en hordas apresuradamente por las calles, la luz verde de un semáforo se parece a al apertura de un centro comercial en rebajas, todo el mundo se apresura a llegar el primero a la otra acera, como extraño Montevideo.
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