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Así es conocida la principal arteria comercial de la capital, la avenida 18 de julio hoy en horas bajas por el auge de los centros comerciales, vertebra el centro urbano, todo se referencia alrededor de ella. Durante el día es un ir y venir continuo de gente, pero no apurada, aquí la gente no corre apresurada pareciendo llegar siempre tarde, como ocurre en otras urbes, acá la gente pasea, toma mate, se para a charlar a tomar un café, una cervecita o cualquier minuta, parece que siempre hay tiempo de sobra, cualquier cosa puede esperar.

Salgo a recorrerla por la mañana, el olor de los ramitos de jazmines de los primeros vendedores, lucha con el humo de los penúltimos garrapiñeros, como anunciando el ya próximo verano, hago una parada en una terraza a tomar un café donde un negra garabatea en un viejo trozo de moqueta con un trozo de tiza blanca, un imposible paisaje londinense, luego comenzó a ofrecerlo a los matutinos comedores de panchos que se burlaban de su ingenuo arte, mientras tanto un perro callejero, ajeno a todo masticaba un reseco esqueleto de una paloma.