De boliches y librerías

Si se viene a Montevideo, una coso que no hay que perderse es visitar sus antiguos cafés, el Jockey, la Catedral, el Fun Fun, etc., pero mi preferido es el Brasilero, sus mesas podrían contar tantas cosas, locuras de Onetti, obsesiones de Filisberto, un táctica de Benedetti, quizás conserven aún el tintinear de los dedos de Canaro  pensando en un nuevo tango, un estribillo inflamado de Viglietti o el  rayar de la pluma de Galeano escribiendo su último artículo. En la plaza matriz comerse un caliente o un chivito, versión uruguaya de la hamburguesa, eso sí, ese conglomerado rosado de no se sabe qué, se sustituye por un hermoso filete de lomo de novillo acompañado de huevo duro,mozzarella, panceta, aceitunas, champiñones, tomate, cebolla caramelizada y lechuga. Si se opta por la pizza, lo mejor es acercarse al Hispano, sola, con mozzarella, con aceitunas, acompañada de un buen trozo de fainá, orillero al ser posible… una delicia, si no pedí una picada, te llenan la mesa con unos 30 platillos de pizza, cacahuetes, papas fritas, albóndigas, ravioles,queso, jamón, es como un menú degustación de tapas, eso y un chopp helado no es, pero se parece al paraíso.

Entre boliche y boliche se puede hacer alguna parada por la librerías de la Ciudad Vieja, hermosas, donde incluso con suerte se puede participar de alguna agradable tertulia, Linardi, Oriente Occidente, el Aleph o Pablo Ferrando, con restaurante incluido