Clásico domingo de clásico

Hoy es domingo de clásico, pocas cosas paralizan tanto la ciudad como un partido Peñarol-Nacional. Amanece una soleada mañana de primavera, una oportunidad maravillosa para pasear por la feria de Tristán Narvaja, una especie de Rastro multiplicado por tres, donde tiene cabida cualquier cosa que se pueda vender,  o aparentemente no, da igual cualquier cosa se oferta por si acaso encuentra un comprador, un zapato viejo, un periódico, de hace un siglo o de la semana pasada, unos dientes postizos, centenares de llaves, tornillos, tapacubos, viejas monedas, cromos de todas las épocas, sellos, discos con música de cualquier tiempo y estilo, botellas, hierros de los cuales es difícil reconocer su utilidad u origen, un sitio donde perder horas revolviendo .

Hacia el mediodía comenzaba a vaciarse, la gente con su caja de ravioles, se apresuraba a tomar el ómnibus llegar a casa comer, enfundarse su  camiseta aurinegra o blanca y partir rumbo al estadio Centenario o al bar más próximo, para verlo tomando una cerveza o con la ñata contra la vidriera.

Termina el partido, el resultado, un decepcionante 0-0, no hay lugar para montar bronca contra el rival, los aficionados de uno y otro equipo se lamentan de las ocasiones  erradas, los penales no cobrados, los cambios no realizados. Por lo menos fin de fiesta en paz.