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miércoles, 14 de octubre de 2009

Compañero de Tacuarembó

P1000794 Lo vi desde lejos, caminando con su hatillo al hombro y una manta enrollada debajo del brazo, me detuve y le pregunté si quería que lo acercase, –si va en dirección a Merinos se lo agradezco-, le hice sitio para su exiguo equipaje en el asiento de atrás y le extendí la mano, -Méndez…, Juan Méndez-, me contó que era de Tacuarembó pero iba hasta Canelones donde estaba censado para votar.

–¿Usted es español, verdad?, este país es mu rico, pero lo han arruinado los ricos, ¿ve esa alambrada?, del otro lado son terrenos fiscales cuando al estanciero le hacen falta pastos, corre la alambrada y así no paga arriendo, todo a cuenta de Juan Pueblo, hay mucho que cambiar, pero cinco años son pocos-

–Es de Pepe- le pregunté.

-No pero lo apoyo, yo soy mucho más a la izquierda que él-

-¿Anarquista?-, le pregunté, con la ilusión de haber dado con un viejo linyera.

-No comunista- me respondió mirando con el rabillo del ojo mi reacción.

Sin darme tiempo continuó, -mi padre era tradicionalista, colorado, pero yo de gurí ya no entendía por qué siendo pobre, no podía tener la posibilidad de estudiar, eso me amargaba y le di muchas vueltas-

-¿Siguió a Sendíc?-

-Si, claro pero me separé cuanto tomó la opción armada, tenia prisa, pero yo soy un hombre de constitución. Un buen hombre Raúl y muy inteligente, personas como esas se dan muy pocas y nosotros tuvimos la suerte de que nos haya tocado, hizo mucho por nosotros y era muy querido-.

Lo dejé en Merinos, muy agradecido me dijo:

-Ya no queda gente que pare a preguntarle a uno si quiere que lo lleve, pasan corriendo y te tiran a la cuneta-

Lo despedí con un apretón de manos y un - ¡hasta la victoria!-

-¡Siempre!, camarada, respondió, cogió su manta, su hatillo y con un paso cansino se alejó.

Me quedé mirándolo un buen rato y recordando todo lo que me había contado, su huida a Argentina en el golpe, unos meses nada más, decía que extrañaba mucho esta tierra y jamás volvería a salir del país, a él le gustaba ir de aquí para allá pero por Uruguay, hacer trabajitos en el campo y dormir bajo las estrellas, la ciudad no le gustaba, probó, pero no se acostumbraba. Ese hombre libre, con todas sus pertenencias debajo de brazo, se iba a hacer 350 km en 15 días para ir a votar, para que la gente su país de una vez por todas salga adelante, ¡maravilloso!.

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